viernes, 3 de agosto de 2018


No es lo mismo señores supremos.
Francisco J. Laporte Derves
La Corte Suprema de "Justicia", ha dado muestras históricas de su alineamiento con los intereses de los poderosos: cuando se pronunció sobre el “perentorio e inminente quiebre de la juridicidad del país”, a fines del Gobierno Popular, dando argumentos para el Golpe de Estado; cuando hizo caso omiso de los habeas corpus respecto a las víctimas de la represión dictatorial y un largo etcétera histórico, del que ya ha dado cuenta el devenir de la sociedad de clase.
Hoy, reitera su vínculo con lo más negro de su historial, cuando naturaliza la injusticia de dejar libres a criminales de lesa humanidad. Fundamenta su resolución en el hecho que "todas las personas tienen los mismos derechos", equiparando con esto los delitos comunes con los de delitos de lesa humanidad.
Comparemos delitos horrendos que todos conocemos:
Uno, el intento de homicidio y la mutilación que sufrió Nabila Rifo en el sur del país. Se trata de un hombre cegado por los celos, de clara concepción machista, reacciona irracionalmente y la agrede porque sí, no tiene tras de suyo ningún otro apoyo que su propia condición de macho ofendido. No fue un asesinato planificado, no sé si el tipo se arrepintió del hecho, sé que mintió y trató de eludir su responsabilidad. La policía actuó prontamente, como debe ser, y lo puso a disposición de los tribunales que siguieron el procedimiento con prontitud y hoy está condenado a prisión. Todo seguramente, por la difusión, casi morbosa de los medios de comunicación.
Dos, el asesinato de Eduardo Frei Montalva, se contrata como sicarios a su chófer y a un médico que perteneció a su gobierno, ambos como se entenderá de confianza afectiva de la víctima, se le envenena con dosis previamente estudiadas para evitar una muerte inmediata, se le traslada a la exclusiva Clínica Santa María, donde se le aplica junto a las vendas sustancias venenosas que convierten una simple operación médica, en un desenlace fatal. Los asesinos están hoy a punto de ser condenados. Nunca colaboraron, siempre supieron qué era lo que estaban haciendo. Fue un asesinato por encargo de las más altas "autoridades" del estado (seguramente el propio Pinochet) planificado hasta en los menores detalles para que apareciera como una muerte natural, con la complicidad, o al menos la indiferencia, de la Universidad Católica, la Clínica Santa María y toda la institucionalidad vigente. tanto así, que hasta su familia asumió la mentira de su muerte, como verdad. (Sólo la intuición de su hija Carmen, permitió saber lo que ocurrió después de un muy largo proceso que aún no termina). Se verificó el asesinato con la seguridad de la impunidad más absoluta: No olvidar que la transición pactada con la derecha, por parte de la Concertación en los años 90, incluía el compromiso de no revisar jamás los ilícitos dictatoriales. Los medios de comunicación contribuyen hasta hoy a la minimización del crimen, cuando, al contrario del caso anterior, no pasa de ser un titular en un noticiario o un comentario en algún programa de debate que nadie escucha. por ser "político". (No me resisto a comparar la actitud de la UDI respecto a Guzmán y la de la DC sobre el caso Frei).
Bien ¿es de la misma naturaleza el crimen contra Nabila y el de Eduardo? ¿Podemos decir que pueden ser considerados los mismos derechos para el agresor de Nabila, un criminal común, movido por sus emociones, sin poder que lo defienda y lo deje impune, que los de los asesinos de Eduardo, resguardados por la impunidad de la fuerza del estado, del ejecutivo que les dio la orden, de los tribunales de justicia que jamás se cuestionaron la muerte del ex Presidente de la República?
Los delitos de lesa humanidad son de naturaleza distinta a los delitos comunes, porque le hacen a la convivencia de la sociedad dejando siempre en la indefensión a los débiles respecto a los poderosos.
No señores supremos, es una inmoralidad impresentable de los tribunales cuando sus decisiones ponen en riesgo la convivencia social, no sólo en el presente, sino que en el futuro, Los asesinos de lesa humanidad a los que se alaba, defiende y perdona, se sienten respaldados y lejos de arrepentirse se sienten con el derecho a sentir sus actos como respetables.
Pero esto es de máxima gravedad, señores supremos, esta impunidad validará éticamente el que surjan, en el futuro, otros agentes del estado que vulneren nuevamente, con la saña de ayer, los derechos humanos, que siempre serán los de los más humildes, pues los de los poderosos ya están suficientemente resguardados por el estado constituido en función de sus intereses.
Los Ángeles, 02-08-18

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