No es lo mismo señores supremos.
Francisco J. Laporte Derves
La Corte Suprema de "Justicia", ha dado muestras históricas de
su alineamiento con los intereses de los poderosos: cuando se pronunció sobre
el “perentorio e inminente quiebre de la juridicidad del país”, a fines del
Gobierno Popular, dando argumentos para el Golpe de Estado; cuando hizo caso
omiso de los habeas corpus respecto a las víctimas de la represión dictatorial
y un largo etcétera histórico, del que ya ha dado cuenta el devenir de la
sociedad de clase.
Hoy, reitera su vínculo con lo más negro de su historial, cuando
naturaliza la injusticia de dejar libres a criminales de lesa humanidad.
Fundamenta su resolución en el hecho que "todas las personas tienen los
mismos derechos", equiparando con esto los delitos comunes con los de
delitos de lesa humanidad.
Comparemos delitos horrendos que todos conocemos:
Uno, el intento de homicidio y la mutilación que sufrió Nabila Rifo en
el sur del país. Se trata de un hombre cegado por los celos, de clara
concepción machista, reacciona irracionalmente y la agrede porque sí, no tiene
tras de suyo ningún otro apoyo que su propia condición de macho ofendido. No
fue un asesinato planificado, no sé si el tipo se arrepintió del hecho, sé que
mintió y trató de eludir su responsabilidad. La policía actuó prontamente, como
debe ser, y lo puso a disposición de los tribunales que siguieron el
procedimiento con prontitud y hoy está condenado a prisión. Todo seguramente,
por la difusión, casi morbosa de los medios de comunicación.
Dos, el asesinato de Eduardo Frei Montalva, se contrata como sicarios a
su chófer y a un médico que perteneció a su gobierno, ambos como se entenderá
de confianza afectiva de la víctima, se le envenena con dosis previamente
estudiadas para evitar una muerte inmediata, se le traslada a la exclusiva
Clínica Santa María, donde se le aplica junto a las vendas sustancias venenosas
que convierten una simple operación médica, en un desenlace fatal. Los asesinos
están hoy a punto de ser condenados. Nunca colaboraron, siempre supieron qué
era lo que estaban haciendo. Fue un asesinato por encargo de las más altas
"autoridades" del estado (seguramente el propio Pinochet) planificado
hasta en los menores detalles para que apareciera como una muerte natural, con
la complicidad, o al menos la indiferencia, de la Universidad Católica, la
Clínica Santa María y toda la institucionalidad vigente. tanto así, que hasta
su familia asumió la mentira de su muerte, como verdad. (Sólo la intuición de
su hija Carmen, permitió saber lo que ocurrió después de un muy largo proceso
que aún no termina). Se verificó el asesinato con la seguridad de la impunidad
más absoluta: No olvidar que la transición pactada con la derecha, por parte de
la Concertación en los años 90, incluía el compromiso de no revisar jamás los
ilícitos dictatoriales. Los medios de comunicación contribuyen hasta hoy a la
minimización del crimen, cuando, al contrario del caso anterior, no pasa de ser
un titular en un noticiario o un comentario en algún programa de debate que
nadie escucha. por ser "político". (No me resisto a comparar la
actitud de la UDI respecto a Guzmán y la de la DC sobre el caso Frei).
Bien ¿es de la misma naturaleza el crimen contra Nabila y el de Eduardo?
¿Podemos decir que pueden ser considerados los mismos derechos para el agresor
de Nabila, un criminal común, movido por sus emociones, sin poder que lo
defienda y lo deje impune, que los de los asesinos de Eduardo, resguardados por
la impunidad de la fuerza del estado, del ejecutivo que les dio la orden, de
los tribunales de justicia que jamás se cuestionaron la muerte del ex
Presidente de la República?
Los delitos de lesa humanidad son de naturaleza distinta a los delitos
comunes, porque le hacen a la convivencia de la sociedad dejando siempre en la
indefensión a los débiles respecto a los poderosos.
No señores supremos, es una inmoralidad impresentable de los tribunales
cuando sus decisiones ponen en riesgo la convivencia social, no sólo en el
presente, sino que en el futuro, Los asesinos de lesa humanidad a los que se
alaba, defiende y perdona, se sienten respaldados y lejos de arrepentirse se
sienten con el derecho a sentir sus actos como respetables.
Pero esto es de máxima gravedad, señores supremos, esta impunidad validará
éticamente el que surjan, en el futuro, otros agentes del estado que vulneren
nuevamente, con la saña de ayer, los derechos humanos, que siempre serán los de
los más humildes, pues los de los poderosos ya están suficientemente
resguardados por el estado constituido en función de sus intereses.
Los Ángeles, 02-08-18
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